La relación paternofilial, cuando los hijos son mayores y están emancipados, puede ser algo compleja, porque ya no hay un elemento de autoridad. Aquí explicamos por qué algunos hijos no visitan a sus padres.
Problemas en la relación paternofilial cuando los hijos son adultos
Estamos en una sociedad en la que cada vez más personas viven solas. En España, concretamente, este número asciende a los 4.849.900 personas en 2020, lo que supone más del 10 % de la población. Por lo tanto, muchas madres y padres ancianos esperan la visita periódica de sus hijos si viven cerca. Nos vamos a centrar en las actitudes de los hijos hacia sus progenitores. Estas son algunas razones que pueden impedir estos reencuentros, saludables para ambas partes:
Incompatibilidad de caracteres
La incompatibilidad de caracteres puede hacer recomendable que no visites a una persona. O, mejor dicho, que limites tus interacciones al mínimo imprescindible. No en vano, retraumatizar una situación no es bueno para ninguna de las dos partes. Sin embargo, sí es posible mantener una cierta relación con un perfil bajo, si el problema no es profundo.
Maltrato
Este es un caso que justifica plenamente el contacto cero, independientemente de quién lo esté ejerciendo. La línea que nunca se debe sobrepasar es la del respeto formal, más allá de las diferencias que se tengan. Y es evidente que, si un hijo ha sufrido maltrato de sus progenitores y no ha podido superar esa herida, es preferible que marque distancia.
Dificultades para expresar afecto
El supuesto de las dificultades para expresar afecto es el menos complicado, porque se parte de una situación buena entre las dos partes. La ventaja es que madres, padres e hijos suelen conocerse. En consecuencia, una buena opción, en estos casos, es dejar fluir la situación pero no dejar de ir por ese motivo. Muchas veces, los progenitores lo que necesitan es la simple presencia de vez en cuando.
Rencor no verbalizado
El rencor no verbalizado se da muchas veces, cuando una persona, al cabo de los años, culpabiliza a sus progenitores de alguna de sus carencias. Y hay que señalar que este es el supuesto más subjetivo que existe, porque los motivos pueden, o no, ser ciertos. Por ejemplo, si había algún hermano que era el preferido.
Además, no está de más indicar que las soluciones son distintas. Si no hay una razón sólida para ese rencor, lo que debería hacer el hijo es examinarse, ver qué hay detrás y, si lo necesita, pedir ayuda. En el supuesto de que sí haya algún motivo, tendrá que confrontarlo y ver si es posible sanar esa herida.
Al final, el objetivo final es que las relaciones que se construyan sean sanas. Y esto implica claridad, sobre todo a un nivel interno; a la larga, lo vas a agradecer.
Conclusión
La relación paternofilial puede ser compleja, pero, si eres hijo, te interesa ver con claridad qué sucede. ¿Tienes heridas del pasado que no has curado o que no sabes cómo gestionar? Emocodificación puede ser una buena ayuda para ti. ¡Contáctame si quieres pedir una cita gratuita!